Endodoncia

Si una caries avanza y se aproxima a la pulpa dental (nervio), éste se inflama y el dolor aumenta en intensidad y frecuencia, apareciendo también de forma espontánea.  En los casos más complejos puede producirse una infección del mismo y de los tejidos que rodean al diente o una necrosis pulpar (pérdida de vitalidad).

En estos casos, el tratamiento de elección es la endodoncia, popularmente conocida como “matar el nervio”. La endodoncia consiste en limpiar y retirar el tejido vascular y nervioso del diente seguido de una desinfección y obturación (relleno) de los conductos radiculares. De este modo se evita la diseminación de bacterias y se elimina el dolor asociado.

Posteriormente se procede a restaurar el diente mediante una reconstrucción con resina compuesta (composite). A partir de ese momento el diente no dolerá y seguirá siendo funcional.

El tratamiento endodóntico permite la conservación del diente pero produce secuelas como son fragilidad y riesgo de fractura y cambio de coloración del diente. Para corregir/evitar dichas secuelas, frecuentemente se refuerza la reconstrucción mediante una corona (funda).

La endodoncia puede ser necesaria también en casos de traumatismos, fracturas, desgastes dentales, etc.

Si bien el éxito de la endodoncia se cifra en aproximadamente el 95% de los casos, éste depende de muchas variables y algunas no se conocen hasta iniciar el proceso de tratamiento. Véase anomalías anatómicas de los conductos, calcificaciones del nervio, existencia de infección alrededor de la raíz que no consiga ser 100% eliminada, etc.

El pronóstico del tratamiento varía mucho en función del momento en que se inicia y del estado del diente y los tejidos que lo rodean.

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